lunes, 25 de julio de 2011

Encantamiento 38, 2ª parte: Secretos y mentiras, primera parte.


Al acercarnos, se escuchaba mejor el monologo y pudimos deducir que el-que-se-hace-el-héroe ya llevaba bastante empezada su cantinela porque no se sabía muy bien del tema del que se quejaba entre tantas sandeces e injurias. La puerta estaba abierta de par en par, pero me quedé en el pasillo. Allí quieto en la penumbra, la iluminación jugaba a mi favor, ocultándonos bastante bien para las personas que estaban dentro de la habitación. Esto es lo que la adivina quería, veamos qué nos tiene preparados.
El-que-se-hace-el-héroe estaba dando vueltas en círculos mientras repetía ese movimiento inconsciente de echarse el pelo hacia tras con la mano para apartarlo de la cara, y mientras, todos los demás le miraban atentamente; igual que en el Cuartel. Esta imagen ya la tenía muy vista; antes de partir a por la Flor de Oro se paso dos días así.
-Era necesario que ellos fueran solos; es lo mejor para vuestro destino –le cortó C.Lence. Debía de seguir enfurruñado porque Nicole se hubiera ido a algo “tan peligroso” y, encima, sin él (pero si es una cucaracha, en principio lo resiste todo…).
El-que-se-hace-el-héroe cambió de cara, se estaba aguantando la rabia. Debía estar pensando algo como <Otra puta vez con la mierda profecías, perdiendo el tiempo. Sabes dónde te metería yo tus profecías. Quiero luchar y dejar de esperar>; era muy fácil (penosamente fácil) leer los pensamientos de este tío -¿Otra vez me vienes con tus malditas profecías de los cojones? Estoy harto de tener que esperar sin hacer nada -¿qué os dije…?
-Robert… -le regañó una mujer. Nunca la había visto y por eso llamó mi atención; tendría unos cuarenta y pico años por las arrugas de los ojos y las comisuras de la boca, acentuadas por la expresión de extrema seriedad de su rostro. Los ojos avellanados y los labios muy finos. Llevaba el pelo muy tirante recogido en un moño y un jersey de cuello vuelto y falda hasta los tobillos de colores tierra muy recatados. Era muy alta y con una estructura oxea remarcada, especialmente en los pómulos y la nariz ligeramente aguileña. Destilaba malas pulgas y la forma en que se sentaba, rígida y de brazos cruzados, como una directora estirada, solo corroboraba esa visión. Era como si hubieran cogido a una mujer guapa y le hubieran estirado la piel contra los huesos hasta afearla. Supuse en el acto que esta debía de ser la madre del-que-se-hace-el-héroe y del Canijo Llorón pues tenía entendido que aquí estaría ella y en la habitación no veía a ninguna otra mujer que pudiera concordar con la edad. Y hombre, bien mirado, sí que tenían la misma nariz Gigi y ella, y los pómulos de Robert… (en el “héroe” sí que quedan lindos, todo sea dicho) –No hables de esa manera tan vulgar delante de tu hermano –señaló a Gigi, quién se miraba fijamente las manos con la cabeza gacha, como si deseara no estar allí en medio.
-No seas maleducado –también le regañó C.Lence-. Te recuerdo que fue una de mis predicciones la que avisó del destino que tanto ansias conseguir y que, precisamente, es la que te favorece A TI para conseguirlo.
Agudicé el oído y Nicole se reprimió para contener la respiración al ver, igual que yo, una posible exclusiva, un secreto (parece que no escarmienta, se nota que lo lleva grabado en la piel esto de hurgar en la vida de los demás…) ¿Una profecía sobre el-que-se-hace-el-héroe? En el acto sentí cierta curiosidad por lo que diría. ¿Sería su contenido el causante de que fuera así de presuntuoso, chulito, insoportable y creído? O a lo mejor es que la estupidez le viene de nacimiento (pasa con mucha gente).
-Era una profecía, si no lo hubieras hecho tú, habría sido cualquier otro adivino.
-Pero la hice yo. Y no me la callé; por eso deberías estarme agradecido.
Vaya, eso sí que es interesante (aunque muy poco útil para emplearlo en el futuro).
-Aún así, como es mi destino se cumplirá –apartó la vista de la adivina con prepotencia en demasía-. Los salvaré.
¿Salvar? ¿Estamos hablando de una profecía en la que se vaticina que el-que-se-hace-el-héroe salva a alguien? Empecé a intentar psicoanalizar al héroe, algo muy importante para manejar al enemigo. Posiblemente esa presión debía ser lo que degenero en su personalidad (es una teoría, no hay que olvidar la posibilidad de que sea gilipollas porque sí).
-¿Preferirías no haber tenido toda la educación especial que se te dio desde tu nacimiento para que estuvieras preparado? –hizo un gesto de recochineó con la cabeza muy impropio de ella pero que consiguió sacarme una sonrisilla.
El-que-se-hace-el-héroe gruñó y le apartó la cara.
-¡Vale! –Se sentó dando un puñetazo a la mesa con el que tintinearon todos los vasos y medio empujando al que tenía al lado, a Lena, para conseguir espacio-.Estoy hasta las narices, ¿no se supone que somos Guardianes? –Ahora parecía estar gritándole a Albert- ¿Entonces qué es lo que hacemos aliándonos con sucia escoria, con demonios? También por profecías… Hasta los has metido en nuestra propia casa; ahora tendremos que desinfectarlo todo –se burló. Nicole me volvió a mirar de soslayo para ver cómo reaccionaba cuando dijo eso, pero yo me mantuve como siempre (que me insulté no es nada nuevo, la verdad; además, es tan idiota que la mayoría de veces ni merece molestarse por su culpa).
-Alexander también es necesario. Él luchará de vuestro lado cuando llegué la batalla final; le necesitáis para inclinar la balanza a vuestro favor –al contrario que con Robert, que C.Lence me mencionara junto con sinónimos de “destino”, “fin” o parecidos llamaba toda mi atención. ¿Cómo era eso? ¿Por qué coño tendría yo que luchar en la Batalla Final y encima del lado de estos?-. La presencia de Campbell solo fue una consecuencia de ello, pero ayudará.
-Alec ha sido útil hasta el momento –le respondió Albert con tono serio. Casi parecía un reproche, un “no como tú”.
Cómo no, el héroe se rebotó por mucho que fuera su padre (o quizá porque el que se  lo decía era él). Se levantó de un salto.
-¿Qué insinúas? ¿Acaso ya no confían en mí? -le espetó el-que-se-hace-el-héroe y entonces miró al resto de Guardianes que había allí para pedirles la misma explicación. Agacharon la cabeza y evitaron su mirada a excepción de su madre que parecía igualmente molesta y dolida.
-No es eso. Pero no sé qué te está pasando últimamente, Rob –Albert se apoyó en la estantería-. Ya has fallado en tres misiones consecutivas, esto nunca te había sucedido.
-No me pasa nada, solo fue mala suerte.
-Según me han contado ese dragón estuvo a punto de matarte.
-No es cierto, yo estaba a punto de…
-Iba a matarte cuando llegó Alec, si él no hubiera intervenido prefiero no saber qué te habría hecho -¿enserio, intervine justo cuando iban a cargárselo? ¡Joder, si lo sé me retraso!
-No me habría hecho nada. Podía con él.
-Nuestro hijo lleva razón. No iras a compararlo con un semi-demonio de tres al cuarto… -la señora Kensington frunció los labios de una forma muy poco atractiva.
Albert suspiró como desesperado. –Karen, por favor, no quiero tener que discutir con los dos a la vez; y menos delante de invitados –Lena, Colyn, C.Lence y Gigi estaban allí presentes. ¿Dónde se habrán metido Gin y Campbell?- Y Rob, ya no eres un niño pequeño. Vas a cumplir veinte años, por favor, compórtate como alguien de esa edad –que Albert le hablara así delante de sus amigos debía estar resultando horriblemente vergonzoso para el orgullo del-que-se-hace-el-héroe-. Por muy hijo mío que seas no puedo seguir permitiéndote que te comportes así.

1 comentario:

  1. Robert casi me da un poco de penita...¡bueno, dejemos de metir, a joderse que le va tocando! Tanta chulería tanta arrogancia..
    Alec es genial *_*
    Voy a por el siguiente cap!
    (Soy la del tuenti de Mis Historias Fantásticas)

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