viernes, 29 de julio de 2011

Encantamiento 38, 3ª parte: Secretos y mentiras, primera parte. //Siento la tardanza, quede incomunicada//


-¿Qué me comporte así? –exigió soltando el aire como si le hubieran pegado un puñetazo en el estómago.
-Sí. Estás haciendo daño a los que te rodean, y esto te lo digo como padre –vi cómo Colyn y Lena fruncían los labios y se encogían en sus respectivos sitios; ellos debían de estar de acuerdo, como ya había testiguado. Aparte de su personalidad prepotente y de chulito, el-que-se-hace-el-héroe se la pasaba haciendo lo que le daba la gana y todo el mundo se achantaba y lo soportaba sin decir ni mu (a mí me parece que también es culpa de los demás por no decirle cuatro cosas bien dichas en lugar de alimentar su ego).
-Deberíais tener más confianza en mí. Soy vuestro elegido, voy a salvaros, ¿recordáis? –prepotente.
-Claro que lo recuerdo, no hay día en que no oiga la misma historia. Si no eres tú, es tu madre, esa adivina o cualquier otro. Rob, no quiero que ese destino te ciegue; para empezar ni siquiera existe todavía.
La tal Karen, la esposa de Albert, bufó un poco para expresar su desacuerdo.
-¡Sí que existe! ¿No has visto a esa chica, a Nicole? Es la chica de la profecía: <<la Flor de Oro, a quién el elegido amara hasta la locura en un romance correspondido; rizos brillantes como el Sol, alma humana y un poder de los demonios concedido contra su voluntad>>. –recitó unos versos que obviamente estaban reversionados porque no había rima por ningún lado. Así que Nicole estaba dentro de la profecía que convertía a Robert en un héroe; debían enamorarse de hecho. No querían investigar con la Flor sino dar un paso en el destino de Robert hacia la gloria cuando fueron a buscarla a aquella mina. Joder, ya decía yo que lo que ocurría en torno a Nicole, cómo se comportaban, no podía ser casualidad.
Imagino que su plan habría sido no decirle una palabra a Nicole sobre profecías o intereses como aquellos y que ella fuera la única que no supiera de este entramado. No sé si son muy audaces o un poco capullos.
Pude percibir sin necesidad de mirarla que Nicole se había quedado de piedra. El tío súper caballeroso y guapísimo de la muerte con el que se la pasaba coqueteando y por el que prácticamente había abandonado a su novio, su trabajo y su vida en general acababa de llamarla “esa chica” como si hablara de un pedrusco que se hubiera encontrado por la calle.
Albert suspiró.
-Si vas a ponerte en este plan, mejor será dejarlo. Hay muchos temas sobre seguridad que aún debo tratar –sentenció con tono cansino y se alejó de allí.
Nicole salió corriendo por el lado contrario.

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