viernes, 14 de enero de 2011

Encantamiento 8: La estupidez de una persona sorprende por no tener límites.

Me arrastré como pude hasta la entrada, pues sentía como si unas cadenas invisibles me ataran los pies al suelo. Estaba atrancada, maldita fuera.
Rápido, tenía que hacer algo, lo que fuera pero rápido.
Arriba. Había unos ventanucos de cristal abiertos. Trepé animado por la idea de supervivencia; se me antojaba como si afuera no oliera a marea baja sino a rosas. Me encarame. Perfecto, eran estrechos pero cabría sin problemas por allí. Me apresuré a meter los pies en la abertura columpiándome en una cañería para ello. Os parecerá una tontería pero prefiero que no me ataquen por la espalda cuando tengo que escapar por sitios como estos. Ya tenía medio cuerpo fuera, podía saborear mi libertad.
Pero volví a cometer un error fatal.
Eché un vistazo atrás; en principio era solo para asegurarme de que no me siguiera nadie… Estudié el campo de batalla. El guardián pelirrojo seguía peleando, agazapado debajo de la mesa, mientras cuatro licántropos intentaban hacerlo salir; sin mucho éxito, por cierto. En otras circunstancias me habría parecido bastante interesante, ahora simplemente me daba igual.
Busqué a Lena, lo que de verdad quería ver. Seguía subida en la misma viga disparando a los licántropos. Parecía completamente concentrada en la batalla. Me temí lo peor, si seguía así…
Un licántropo muy hábil, Girond, saltó a las vigas del techo. Justo lo que me esperaba.
Lena retrocedió sorprendida, a punto de perder el equilibrio y caer al vació. El arco se escurrió de sus manos. Casi me pareció escuchar el leve gemido de Lena al mirar hacia abajo. En el rascacielos le pasó algo similar en la voz, ¿no me dijo que no le gustaban las alturas? Estúpida, ¿¡entonces por qué se ponía precisamente a veinte metros del suelo para pelear!?
Contuve el aliento mientras Lena intentaba engancharse a algún sitio, cada vez más desesperada. Sus pequeñas manos enguantadas resbalaban sobre la superficie lisa de metal. Iba a seguir el camino de su arco.
Girond era un ser gigantesco, más grande que un caballo, pero no tuvo problemas para caminar sobre la pequeña superficie de la viga, incluso yendo con bastante velocidad. En realidad lo hacía con verdadera elegancia, poniendo una pata delante de otra, recto y sin que diera la impresión de que el equilibrio le fuera a fallar ni un poco. Tenía mucho porte (fijo que quedaría ganador en cualquier concurso canino, aunque también es posible que lo descalificaran por pensar que usa anabolizantes…).
Se dirigía hacia la arquera, por supuesto. No sería difícil hacerla caer; con un zarpazo bastaría. Y si sobrevivía al impacto contra el suelo, ya se encargaría alguno de sus muchachos de rematarla.
Lena encontró un punto de amarre, justo cuando pensaba que iba a darme un infarto, y lo aprovechó para subir de nuevo a un sitio sólido. Pareció aliviada durante medio segundo, antes de que el enorme licántropo blandiera su garra contra ella. Cuatro afiladas lanzas oscuras que sobresalían por encima del pelaje, más letales que una catana impactaron contra el cuerpo de Lena, haciendo añicos su abrigo y todo lo que debiera llevar debajo. En ese momento empecé a verlo todo a cámara lenta. El golpe fue tan fuerte que la arranco de su sitio y la hizo volar dando vueltas unos cuantos metros en el aire antes de precipitarse contra el suelo.
Salí disparado de la ventana, de nuevo hacia el interior de la habitación, hacia la perdición.
Soy rematadamente estúpido, pero de verdad. La estupidez de una persona sorprende por no tener límites.
-¡Helhleske! –una especie de cojín de plumas apareció bajo el cuerpo de Lena y se evaporó medio segundo  después con una nube de purpurina. Por suerte duró lo suficiente para amortiguar la caída…
Respiré un poco mejor, pero sin dejar de correr a toda velocidad hasta Lena.
No había que ser ningún adivino para ver perfectamente las intenciones de Girond incluso teniendo ése careto de chucho, unos buenos colmillos sonrientes valen más que mil palabras. Mi intervención le había molestado severamente y ahora pensaba abalanzarse sobre Lena para rematarla antes de que yo pudiera llegar e impedírselo y lo iba a disfrutar de lo lindo haciéndolo, por cierto. ¡Pues de eso nada, monino!
Fui yo el que se lanzo sobre Lena y la aparté de un empujón, colocándome en su lugar. Pude salvarla, pero no tuve tanta suerte con mi propio pellejo, no tuve tiempo de quitarme. La fuerza de caída de Girond impactó contra mí, o más concretamente contra mi brazo izquierdo al intentar protegerme con él.
Mi extremidad no supuso ningún impedimento y su fuerza lo arrastró hacia atrás, empujándome de espaldas contra el asfalto. Apreté los colmillos hasta hacerme sangre para ahogar un grito que se me escapaba de entre los labios al sentir como millones de punzantes cristales ocupaban el lugar donde debería de encajar mi hombro. No me lo había arrancado de puro milagro; era consciente de la fuerza de un licántropo y de la suerte que tenía de que tan solo hubiera acabado dislocado, pero la verdad es que en ese preciso segundo fue en lo último que me acorde (tuvieron que pasar al menos dos para que mi cerebro dejara de revisar todas las razas caninas de esta dimensión).
Girond se puso a dos patas, quería que el zarpazo que me iba a meter tuviera más velocidad… Bueno, al menos sería una muerte bastante rápida. Un momento, mis instintos se revolucionaron de golpe, no podía morirme, ¡no ahora! Tenía que salir de allí, conservar la vida. Me había pasado casi toda mi existencia luchando para ello, rendirme precisamente por tal nimiedad era impensable.
Lo único que se me ocurrió fue rodar sobre mí mismo y quitarme de allí (idiota pero eficaz). Me levanté con rapidez preparado para correr hacia el primer sitio seguro que divisara.
La lucha del Guardián pelirrojo desagradecido seguía con un curso bastante inesperado; el Guardián llevaba ventaja. Ni de coña me iba a dirigir hacia otra pelea. El resto de paredes o columnas en las que podría cobijarme un poco estaban demasiado lejos, Girond lo recorrería con un simple salto y no tenía muchas ganas de seguir por los suelos.
Girond rugió. Había perdido cualquier ventaja que pudiera haber conseguido.
Un cuchillo impactó en el cráneo de Girond. Sencillamente alucinante. Los ojos de aquel inmenso depredador se pusieron en blanco y se balanceó un poco antes de caer a plomo, seco. Me quedé paralizado admirando el poder que despedía aquella arma. La empuñadura plateada con pequeñas incrustaciones de runas despedía un brillo extraño sobre el pelaje negruzco, mientras daba la impresión de estar derritiendo la cabeza del licántropo.
La carne se me puso de gallina. La esencia de aquel cuchillo no era magia normal. La única energía capaz de limpiar la existencia de los demonios. En mi mundo esto se llama “Luz”


Si queréis saber más de la Luz ¡leed el próximo encantamiento de Alec Surrealista!

3 comentarios:

  1. Tu ya sabes que me encantaaas!! ajjajaja te sigo desde el primer capitulo chico polilla XD Me debes seguir en el mio!!!

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  2. Luz, luz luz luz... LUMINOSO es como te ha quedado este!!!

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  3. Bueno hasta aquí legue T.T Prometo alcanzarte pronto! (PD: No me gusta ni la mujer rana y Lena .¬¬ Llámalo, envidia. xD)

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