viernes, 14 de enero de 2011

Encantamiento 7: Las esperanzas duelen.




Ella estaba allí. Habían pasado más de once años desde aquel catorce de febrero, pero volvía a tenerla allí. No podía ser real, me negaba a creerlo, algo que jamás en mi vida hice antes. Ella era solo un recuerdo viejo sepultado después de tanto tiempo. No estaba preparado para admitir que había vuelto.

El pecho me dolía. Tenía que respirar o me ahogaría, era consciente pero no lo hacía. ¡Responde de una vez!; me  grité. Pero estaba muy ocupado escuchando las mil doscientas treinta cosas que me gritaba al mismo tiempo.
Cuando se fue, la única forma de la que supe superarlo fue ignorarlo. Hacer como que ya estaba muerta porque la esperanza de volver a verla dolía demasiado. Me lo creí, para mí había estado muerta. Por eso verla allí delante encajaba tan poco.
Me dolía con fuerza, lacerante, pero de una forma adictiva. Había recuperado la esperanza…
¡No! No tenía que pensar en una cosa como esa. Solo conseguiría que me doliera más cuando no lo consiguiera.
¡Maldita sea, Alec, vuelve a la realidad, ella no es tu primer amor, es la Arquera que quiere matarte, además deben de haber más Guardianes cerca! ¡Mátala tú a ella antes de que pueda aprovechar la situación!
La voz de un hombre interrumpió a mi fuero interno:
-¿Tú eres A.D.? –Alexander Derek; en este mundillo es mejor dar los menos datos posibles. Sentí la presencia del licántropo en la puerta.
-Sí –procuré que no me temblara la voz.
-¿Ocurre algo?
Los ojos de la chica del armario me suplicaron, tan azules y brillantes como cuando me pedían que trepara a un árbol para rescatar su pelota. El pecho se me estrujó un poco más.
Venga, Alec, dile que hay una intrusa. Hasta puedes hacer que la liquiden por ti, piénsalo, eso estaría genial…
Sí, eso tenía que hacer. Pero, mierda, no podía.
-Nada, me pareció oír algo… pero solo son ratas –cerré el armario-. Vamos.
Andé en su dirección, intentando parecer tranquilo, no pensando en lo que había en ese armario. Tenía que irme de allí.
¿Que qué estaba haciendo? Ni la más remota idea. Tengo la impresión de que encubrir a unos tíos altamente peligrosos mientras hago transacciones con una mafia mágica, pero no me hagáis mucho caso.
Seguí al licántropo al interior de la nave. Una sola bombilla sobre nuestras cabezas parpadeaba luz, medio fundida. En las sombras que rodeaban la zona iluminada podía sentir la presencia de al menos diez licántropos, más los siete que sentí fuera. Empezaba a preocuparme un poquito tanto personal de seguridad. En medio había una mesa de ping pong a la que se sentaba un tipo grande con la cabeza rapada y llena de tatuajes. Girond, el hermanastro de Gored y segundo al mando.
No sabía mucho de él, excepto que era un tipo imprevisible, lo que lo hacía mucho más peligroso.
-Hola, cara bonita –y encima parecía sentir una muy poco disimulada predilección por los chicos de rasgos dulces…-. Qué bien que hayas venido, siéntate –me ofreció. No sé donde, como no fuera el suelo…
-Así estoy bien –sonreí.
-Si es lo que quieres... -se encogió de hombros-. Me alegra que hayas venido tan dispuesto a saldar tu deuda.
¿Cómo? ¿Deuda?
-Creo que no le entiendo, yo no tengo ninguna deuda.
-Claro que sí, precioso –corrió hacia atrás la silla-. Piénsalo bien, hace unas cuantas semanas acabaste con un buen número de nuestros miembros…
Pensé rápido. ¿De qué estaba hablando?
Hacía tres semanas, una pandilla de licántropos violaron el tratado de paz y habían vendido droga en nuestro territorio (una de las cosas que más odia Kristofino, la droga. Si puede solo trafica con armas y materiales nucleares; es un hombre muy respetable…). Kristofino decidió ser benevolente y solo poner remedio a aquellos que la vendieron. Yo no sabía mucho del tema, pero cuando me mandaron a mí que hiciera el trabajo sucio, pues lo hice.
-¿Los tipos que vendían droga?
-No sé qué es lo que hacían, pero lo que importa es que tú mataste a mis chicos y si queremos evitar una guerra entre Casas… habrá que matarte.
¡Espera, no jodas!
-Pero si fueron ellos los que quebrantaron el tratado, yo solo obedecí normas.
-No es eso lo que nos han dicho tus jefes.
Un escalofrío me recorrió la nuca, el mal presentimiento tomaba forma. La de una demonio pelirroja, odiosa, repugnante y con la más que merecida maldición eterna de llevar una cadena inquebrantable hasta el resto de sus días:
-Kaila…
-¿La demonio pelirroja de la cadena? Sí, fue ella quien nos comunicó que no se hacían responsables.
El odio me quemó las entrañas.
Maldita Kaila, juro que la mataré. Ella no podía matarme por las buenas mientras trabajáramos para Kristofino, pero si me mataba otra Casa… Aunque estaba seguro de que a ella le habría encantado ser la que me rebanara el pescuezo, el negocio le había salido redondo.
Miré fijamente a Girond. Estaba esperando alguna reacción por mi parte.
AJS: No iba a conseguir que razonaran, y mucho menos sin pruebas. Ellos querían ajustar cuentas con alguien para estar tranquilos por sus muertos y Kaila había facilitado mi pellejo para ello.
Pues nada, mi vida peligra así que…
Salí corriendo antes de que les diera tiempo a reaccionar (suele ser mi solución para situaciones desesperadas). Atravesé la primera barrera de licántropos cuando algo gigantesco del tamaño de un oso se echó encima de mí. Girond, mierda, pero que buenos reflejos que tenía. Kaila debió de advertirle de que correr sería lo que haría (porque la gente nunca consigue adivinar que voy a salir por patas).
Aun así seguía un poquito impresionado. Con un solo salto había logrado transformarse y alcanzarme con un placaje, no me extrañaba que fuera el segundo al mando.
Tragué tierra con un golpe seco. Preparé mi magia en las manos. Tendría que mancharme…
Un grito salvaje se escapó de entre los colmillos de Girond cuando una flecha le atravesó el hombro. Alcé la vista hacia arriba.
Lena, la Arquera, estaba allí encaramada a una de las vigas de hierro del techo con su arco en ristre.
El corazón se me aceleró. Aquella debía de ser su misión, la razón por la que había venido a esconderse en el edificio, la banda de licántropos. Qué oportuno.
Aproveché el momento.
-¡Aparta! –murmuré en demoníaco dando una fuerte patada en el estomago del licántropo que lo mando hasta la otra punta de la habitación.
Los demás licántropos ya estaban transformados y preparados para saltar sobre mí, la presa más cercana.
Me levanté con un salto, la magia en mis manos empezó a manifestarse como una aura verde a su alrededor.
Venid si queréis morir.
Una bola peluda color arena debió de entender mi mensaje mental y se lanzó por mi costado derecho.
Alcé a mano, pero no iba a por mí, si no a por la persona que tenía detrás. Un Guardián pelirrojo que acababa de aparecer en escena.
Lancé una pantalla de energía que golpeó contra el Guardián quitándolo de la trayectoria del licántropo justo cuando mordía el espacio que ocupaba su cabeza unos instantes antes. La estadística era clara, cuantos más Guardianes permanecieran vivos a más licántropos se cargarían.
-De nada –le espeté. El muy desagradecido no me respondió, pero puede que fuera porque se encontraba enzarzado en una pelea a muerte con el licántropo color arena, quién sabe.
Girond volvió a la carga contra mí, esquivando las flechas de mi querida Lena (¿acabo de decir “mi querida Lena”? Penoso…). No lo dudé y con un movimiento casi mecánico golpeé con magia su costado. Una gran brecha se abrió y la sangre broto mientras el pelo que rodeaba el corte se convertía en polvo. El golpe obligó a Girond a retroceder encogido de dolor. Sonreí socarronamente. Ya se lo advertí (mentalmente).
-Apártate –me gritó empujándome a un lado el Guardián pelirrojo para encararse en combate contra la docena de licántropos; ya había liquidado a Color-Arena.
Menudo gallito, no pude evitar pensar. ¿Pretendía enfrentarse el sólito a todos esos licántropos con colmillos más grandes que él? Pues por mí adelante. La arrogancia era lo que perdía a los Guardianes, lo sé por experiencia propia, a más de uno (tres, en total) me he cargado con la tontería.
Yo no iba a ayudar al Guardián pelirrojo si podía escaquearme, eso lo tenía claro.
Un licántropo negro me cortó la salida. Estúpido, haberte tirado sobre mí directamente.
Le reté con la mirada. La Arquera no podría ayudarme mientras estuviera evitando que hicieran picadillo con su compañero, así que esto sería un enfrentamiento entre nosotros dos.
Aun podía lanzar un hechizo asesino-mortal como el de antes. Puede que dos si no desperdiciaba magia en cosas como apartar objetos. Con que acertara parcialmente sería suficiente para provocarle la muerte. Saltar sobre el cadáver, usándolo como trinchera si la situación lo requería, y salir del edificio con la mayor rapidez posible.
Bien, ya tenía un plan. Cómo matar a Kaila lentamente ya lo pensaría más tarde.
El lobo saltó con las mandíbulas abiertas preparadas para cerciorarme la cabeza. Lancé un golpe con la mano. Su cabeza voló en una dirección y el resto del cuerpo por otra. Su sangre me salpicó, cálida y roja con un fuerte sabor a acero que hizo a mi estómago revolverse momentáneamente. Estas cosas eran tan desagradables… Por suerte te acababas acostumbrando.
De repente, sin venir a cuento, me sentí débil y frágil como si me hubieran extirpado la vida. Como si la sangre se me congelara en las venas o directamente desapareciera de ellas.
¿Qué? Pero si apenas gasté energía, era imposible que me sintiera débil.
Se me iluminaron las ideas.
Era el medallón que le regalé a Lena. Creaba una barrera protectora alrededor de la persona que lo llevara, robando la magia de los seres que lo rodeaban, del más poderoso que encontrará. Mierda, me estaba robando la magia a mí.
El aire se me atragantó en la garganta mientras perdía fuerza en las piernas.
Los gruñidos de los licántropos sonaron con más fuerzas cuando un golpe seco me indicó que el Guardián pelirrojo había caído al suelo. Desde una posición baja le sería imposible protegerse bien incluso aunque no lo hubieran herido.
Pronto acabarían con él.
Tenía que irme de allí deprisa, no podía luchar teniendo el medallón cerca.

2 comentarios:

  1. Cómo que este encantamiento no tiene ningún comentario?? Pues aquí estoy yo para cambiar eso jejejeje (se supone que es una risa pícara ee??)
    Me encantan los planes de Alec... salir corriendo es la mejor solución para cualquier situación... (¡anda, me ha salido un pareado!)

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  2. Si es que... Y la gente dice que es de cobardes!!! D: A la merde, de NTELIGENTES XD

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