martes, 11 de enero de 2011

Encantamiento 6: Confianzas, las justas.




Nicole Golds era una chica preciosa, de esas que enamoran a la cámara y al espectador (no quiero saber la de fans que habrán sobado un póster suyo). Aunque habiendo ya cumplido la treintena tal vez no debería llamarla “chica”. Su vida era el trabajo, no tenía lazos familiares ni cercanos ni especialmente fuertes. Todas sus amistades eran del trabajo y llevaba cuatro años con su novio en una relación realmente estable y sosa.

De personalidad era serena y equilibrada, excepto cuando se obsesionaba con algo.
Mi objetivo era evitar que publicara nada sobre la magia.
Lo más rápido habría sido eliminarla del mapa. Muerta no podría chismorrear, obviamente. Pero era famosa, si moría o desaparecía, mucha gente se interesaría por lo ocurrido. O lo que es lo mismo, llamaría demasiado la atención. Se empeñarían en investigar y lo primero que buscarían serían sus trabajos. ¡Y guala! Todo el mundo mágico descubierto ante la prensa, precisamente todo lo contrario por lo que me pagan.
Matarla no era una opción (lástima). Así que lo único que me quedaba era entorpecer su trabajo. Había quemado sus informes en tres ocasiones, infectado con un virus informático todos los ordenadores de la redacción (como consecuencia hubo tres días sin informativos ni periódicos). Ridiculizarla ante sus jefes hasta que se derrumbará toda la reputación que había ganado durante años de esfuerzo no funcionaba. Y eso que su puesto de presentadora pendía de un hilo gracias a mí (tendría suerte si acababa de chica del café).
Era lógico que me odiará con todo su ser: intentaba destruir su vida.
-Vengo para verte, Niccy –utilicé el apodo cariñoso con que su novio la solía llamar (a mí me parece una estupidez, sinceramente)-, sabes que me encanta –mentira cochina, tengo cosas mejores (como terminar el libro que me estoy leyendo o jugar a la Play) que planear formas de fastidiar a una tipa tan molesta y persistente. Ella me recuerda a las cucarachas, le encanta hurgar en la mierda, no hay forma de eliminarlas y cuando la veo me entra el asco (que fisna me ha quedado la comparación).
Echó un tirabuzón de su pelo dorado por encima del hombro.
-Sí, claro. Por eso quieres sepárame de Kevin –su voz rezumaba odio. Kevin era su novio. Cuando yo la empecé a dejar como una loca delante de todos, ella intentó contárselo al tal Kevin para que la ayudara. Por supuesto, no la creyó y se negó en rotundo a mirar las pruebas que ella le ofrecía. Eso es lo mismo que considerarla una loca también. Se pelearon y actualmente ya no vivían juntos.
-Tú te lo buscaste, no deberías haber metido las narices donde no debías, y lo sabes.
Me atravesó con una mirada asesina digna de mí.
Nicole llegó a su límite, explotó. -¿¡Por qué tanto empeño en arruinarme la vida!? ¿¡Qué tienes contra mí!?
-¿Yo? Nada, excepto que te estoy empezando a coger tirria –por darme tanto trabajo-. Lo hago porque me pagan por ello, no es nada personal –si obviamos el detalle de la tirria.
-¿Quién? –exigió. Me estaba cansando sobremanera y no había hecho más que llegar.
-¿Qué más da? Alguien que no desea que provoques un genocidio contra la raza mágica. ¿Te has parado a pensar en la de personas inocentes que pondrás en peligro si publicas algo como eso y te creen?
-¿Cómo? La gente tiene derecho a saber la verdad.
-Puede. Pero también tiene derecho a vivir. ¿De verdad te crees que si lo que te propones resulta, todos nos llevaremos bien y daremos paseos por el campo y chorradas con flores de esas? No. Habrá gente que no pueda tolerarlo, y me refiero a los humanos, gobiernos enteros. Sentirán miedo por su seguridad y la única solución que se les ocurrirá será perseguirnos y atrapar a toda especie mágica. Harías imposible la vida  a miles de personas, ¿escuchas? Personas buenas… que no son como yo –es mejor puntualizar en ese detalle.
Se quedó en silencio. Será idiota, no se le había pasado por la cabeza ni las posibles consecuencias de sus actos. Hay que pensarse un poco las cosas antes de hacerlas.
Bueno, parecía que enseñarle las repercusiones abriéndole los ojos a lo que provocaría funcionaba.
-Yo confió en la humanidad.
O no…
Se me frunció el ceño. Rematadamente idiota…
Me quedé en silencio yo ahora. Pero para intentar reprimir la rabia que se me acumulaba en el estómago y no hacer nada de lo que pudiera arrepentirme después, aunque dudaba que fuera a sentirme muy culpable si le partía la cara.
-¿Qué confías? –Arrastraba las palabras debido a la tensión en mis colmillos. Ni yo mismo sabía cómo, pero había logrado golpearme en la fibra sensible- Por favor, Nicole, trabajas en un periódico, tú mejor que nadie deberías saber en qué clase de mundo vivimos. ¿Cada cuánto haces una noticia de un asesinato, de un secuestro, violaciones o robos, cada cuánto de un desastre natural provocado o el comienzo de una guerra? –Hice una pausa dramática atravesándola con los ojos-. Pues todas esas noticias las provocan humanos, humanos como tú y como los que dirigen los ejércitos y naciones. ¿Y dices que confías en ellos? Mucha suerte.
Era imposible que consiguiera rebatirme eso y lo sabía. ¡Ja! La satisfacción de tener yo la razón me encanta, es un chute maravilloso. Me está empezando a gustar meterme con esta idiota.
-Confiar consiste en eso.
Alcé una ceja.
-¿Y en qué consiste exactamente?
Me apartó la cara con un bufido.
-No lo entenderías.
Me levanté con mi sigilo habitual. Me moví con elegancia y gracia hasta donde estaba, estirándome todo lo que podía sin que pareciera forzado para intentar superar que yo solo era un palmo más alto que ella. Si miras a la gente por encima supone que eres más grande, más fuerte y, por tanto, poderoso (sigo con mi táctica de la sugestión); pero esa estrategia solo funciona si consigues parecer alto. Yo no me quejo de mi metro setenta y siete (solo de la gente con una estatura superior a la media).
Fui hasta ella en apenas unos segundos y me incliné un poco para mirarla a la cara (intentad poneros a su estatura mientras también intentáis parecer más altos, a ver si sois capaces).
-¿No vas a decírmelo? –ronroneé. Siguió sin mirarme. Le cogí un mechón de pelo y lo ricé entre los dedos, era tan suave como te lo imaginabas al verlo. Ahora sí que se giró con los ojos como platos y la piel de gallina; debió de sentir el flujo de mi aura de magia al tocarla (tan cerca las barreras no hacían casi efecto). Se le encendieron las mejillas-. Pues a mí me parece que es que no lo sabes. Lo has dicho para tener la última palabra.
-¡No es verdad! –me divertía cabrearla, la cara que se le ponía.
-¿No? Pues entonces dime lo que significa, demuestra que lo sabes –le di una sonrisa mezclada con una mirada baja, de esas que te provocaban escalofríos. De vez en cuando (casi siempre) para no aburrirme más de la cuenta con el trabajo me dedicaba a atormentar al personal jugando con ellos, pero solo un poquito. Es uno de mis pequeños placeres en la vida.
Nicole no apartó la mirada. Yo tampoco. Estábamos haciendo una competición de miradas, es tan infantil como suena.
Sentí algo en el bolsillo trasero del pantalón. Menudo momento para que me llamen al móvil.
Me acerqué más a Nicole. Ella no apartaba la vista de lo cerca que estábamos. Decidí dedicarle una sonrisa más; un pequeño regalo mío. Cogí sus folios.
-Nicole… siento no poder quedarme contigo… piensa en mí –los lancé por los aires, una lluvia tremenda nos rodeó y yo aproveché para escabullirme.
¡Rápido, rápido!
Corrí a zancadas gigantescas y sin hacer el más mínimo ruido posible. Logré llegar a las escaleras antes de que la lluvia de fotocopias se desvaneciera.
Nicole miró alrededor, buscándome, pero yo había desaparecido ante sus ojos. Por los pelos.
Vale, sí, muy impresionante no resulta salir corriendo, pero quería desvanecerme para dar más efecto y eso no sé hacerlo con magia. Darme la vuelta y llamar al ascensor como que no tiene nada de espectacular, ¿no creéis? Además, ella no me ha visto correr así que técnicamente a sus ojos sí que me he evaporado.
Bajé otro piso más antes de dignarme a usar el ascensor. Saqué el móvil del bolsillo. Oh, mierda, más “trabajillos”. Descolgué el teléfono.
-¿Por qué tardabas tanto en contestar? –me espetó una voz de mujer. Solo oírla consiguió que se me erizara el vello de la nuca. Kaila.
-Porque no podía cogerlo.
-Nuestro tío –se refería por supuesto a mi jefe Kristofino. Kaila (para mi absoluta desgracia) también formaba parte de mi familia demoníaca- quiere que vayas a ver a los chicos de Gored. Tienes que recoger un envió, nada más.
Gored era el jefe de otra de las Casas Mágicas (otra mafia). Me pareció raro que pensarán en mí para un trabajo de mensajero, pero preferí no rechistar. Kaila sería capaz de cortarme la lengua si le daba una oportunidad…
-¿Dónde?
-En el muelle abandonado de Calistra, almacén 7 –Kaila colgó el teléfono.
Sólo era un envió, me repetí. Pero no me consolaba; tenía un mal presentimiento. Era como si supiera que algo malo iba a pasar. Puede que yo no tuviera ningún tipo de poder premonitorio, pero sí que tenía un buen instinto.
¿Pero qué iba a hacer? Si lo rechazaba Kaila tendría su excusa. Y dudaba que me la devolviera para que me la cosiera de nuevo; ella se haría un collar…
Resoplé.
Habría que resignarse. Este es un buen momento para quejarme de la explotación laboral; aunque técnicamente mi único curro es el del bar (he aquí el truco de Kristofino para evitar demandas).
No había terminado con Nicole (solo le había desordenado el trabajo), así que tendría que volver más tarde y seguir con las mismas estupidez otra vez. Me estaba animando… (nótese la ironía)

***



No tardé en llegar al puerto. Me dirigí al almacén número 7.

Estaba abandonado y tenía pinta de que desde hace bastante tiempo. El tejado de chapa estaba incompleto, las ventanas, algunas tapiadas y otras rotas. Los grafiti con mensajes como que poco elegantes era lo único medianamente vivo sobre las paredes amarillentas y llenas de humedades. Qué deprimente.
El rumor de las olas y los barcos de fondo. Un aroma pesado a salitre en el aire. Nada sospechoso.
Entré en el edificio por la puerta reventada de la entrada.
El suelo estaba lleno de escombros y botellas que sorteé sin prestar la más mínima atención.
Un pequeño e inaudible golpe metálico me hizo parar en seco.
De repente la piel se me puso de gallina y un escalofrío en la nuca me obligó a tensarme. El corazón se me aceleraba, los músculos en tensión esperando para correr respondiendo a esa esencia como a arena con agua a mí alrededor. Guardianes.
Me giré. El armario. Preparé toda mi energía en las palmas de las manos que experimentaron un cosquilleo cálido. Ya tenía el principio de una maldición en los labios.
Entonces cometí el error más grande de toda mi vida: abrí aquellas puertas.
Nuestros ojos se encontraron en la penumbra. Ella se quedó encogida entre las escobas y fregonas rotas por las termitas.
-¡El brujo! –murmuró entre sus finos labios.
Me paré en seco. Tendría que haber levantado las manos y lanzado aquel hechizo… pero no pude.
Mi mente acababa de desconectar.
Era la Arquera. La misma con la que me encontré en la iglesia y la que se subió a una repisa para ir detrás de mí.
No podía respirar. Eso se me había olvidado cómo hacerlo. En cambio el corazón ahora me iba a mil por hora, me palpitaba a toda velocidad reverberando por todo el cuerpo. No me permitía escuchar nada más que su golpeteo en mis tímpanos.
El reconocimiento era algo horrible, que se me quedaba encajado en las costillas haciendo presión hacia dentro. Pero no porque fuera la Arquera… Si no porque era “ella”. Lena.
En realidad apenas la miré a la cara. No podía apartar la mirada de su pecho, en el que descansaba colgado de un cordón de cuero alrededor de su cuello, una especie de medallón dorado con una estrella verde en el centro. Casi podía sentir la tosca rugosidad de su borde o la magia fría de parásito correr por la figura de la estrella.
¿Cómo no me había dado cuenta antes? Aquel pequeño aparato era el causante de que hubiera perdido parte de mis poderes en aquella ocasión en el rascacielos y de que no hubiera sido capaz de detectarlos en la iglesia. Yo fui quien lo creó con ese propósito.
Y lo más irónico es que yo se lo regalé a esa chica hace once años.

5 comentarios:

  1. O_O!! Voy por aqí, sé que soy lenta.... pero es que no tengo mucho tiempO!!
    Ah... y está súper molongoooooo me encantaaaaa!!
    eSE TOQUE DE HUMOR.... ES GENIAL!! SENCILLAMENTE GENIAL xD

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  2. *O* ¡Esa es la amiga que desapareció! Supongo. Ahora lo sabré jaja

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  3. ay ay ay, descarado... mirando directo al pecho...;P, ademas creo que vamos a tener que enseñarle francés, es Voi-là ^^ Me ha encantado, este tio es la ostia, no paro de reirme con cada cosa que suelta!! A por el siguiente!!

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  4. yuoss, desde que supe que la arquera era una chica y lo de la chica del orfanato supe que era ella, xD al parecer estaba en lo ciertoo!!

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