lunes, 10 de enero de 2011

Encantamiento 5: El poder de la sugestión.



Llegué a la redacción sin muchos problemas, encantando las puertas y controles. A esas horas de la madrugada a nadie se le ocurría quedarse a hacer horas extras. A nadie excepto a ella, claro.

No hay cosa más bonita que ir a hacer uno de mis "trabajillos" con jaqueca y los zapatos tres tallas mayores de tu compañera anfibio. Esta fue la conclusión a la que llegué mientras me esforzaba en no perder el equilibrio. Las sandalias seguían húmedas después de que su dueña, Campbell, me las dejara. No me dan asco las babas de chica-sapo pero espero que no me salgan verrugas.
No conseguí dormir ni tres horas cuando Campbell (compañera mía de trabajo que también vive al lado) me despertó sentándose sobre mi espalda. Yo por supuesto la tiré al suelo, pero en lugar de dejarme en paz se puso en plan cansino para que saliera a trabajar. Estuve muy tentado de hacer que se le secara su piel verde a base de hechizos hasta asfixiarla, pero consideré que era muy poco diplomático por mi parte.
Nada más bajar me cargó de trabajo en la cocina y las mesas con unos trols que estaban de celebración. No hay peor cliente que un trol, bueno, quizás un trol divirtiéndose. Son ruidosos, torpes (feos a más no poder), sucios y asquerosos. Te hacían un nuevo estropicio antes de que consiguieras limpiar el primero.
Total, que con tanto trabajo me fue imposible llegar a Cristofino y por tanto poder contarle sobre los Guardianes para que los incluyera en la lista de vetados. Y para colmo de males ni siquiera podría mantenerme cerca del Trébol de las Cuatro Hojas, un lugar seguro, porque me habían chivado que “mi trabajo" volvía a las andadas con otro artículo. Tendría que resignarme a mantener la guardia en alto hasta conseguirlo.
La sala estaba completamente a oscuras, pero la luz de una fotocopiadora en la habitación adjunta daba un poco de luminosidad. Anduve entre la marea de escritorios, no era necesario tener mucho sigilo con el ruido molesto y constante de la impresora de fondo, pero era una de mis malas costumbres.
Me molestaba sobremanera que fuera capaz de quedarse aquí a las cinco y media de la mañana, cuando los humanos normales deberían de estar en sus casas. Le gustaba demasiado su trabajo… y precisamente por eso me causaba tantos problemas.
Conocía su mesa; la decimocuarta junto a la ventana. Me dirigí hasta allí.
Las vistas eran muy bonitas (si no sientes vértigo). De noche la ciudad se iluminaba con un nuevo color, las cosas dejaban de parecer lo que eran. Como cuando ves algo con un espejo; lo que ves es lo mismo de siempre pero al mismo tiempo distinto. Ahora el espejo había desaparecido y mi mundo estaba despierto.
Me concentré en idear el escenario antes de que ella pudiera venir.
Me repantigué cómodamente en su silla.
La iluminación jugaría a mi favor.
En mi opinión la puesta en escena es tan importante como el contenido en sí. Si hacías creer a la otra persona desde el principio quien tenía el control, la cosa siempre es más fácil que acabé de ese modo. ¡El poder de la sugestión!
Si conseguía que se hiciera a la idea de que yo era el más poderoso e invencible de los dos, conseguiría que acabará obedeciéndome. Aunque muy cierto no fuera… estaba contra las cuerdas, me quedaba sin opciones para hacer que cesará en sus investigaciones.
El sonido de la impresora se detuvo para dar paso al de sus tacones.
Salió con una montaña de folios apretados contra el pecho y la cabeza gacha, contándolos.
Dejé que se acercará un poco más.
Siempre que la veía llevaba traje, de falda o pantalón. Con el pelo generalmente suelto en su característica cascada de rizos dorados, recogiéndose los bucles delanteros con dos pequeñas pinzas a cada lado de la cara. Hoy en especial llevaba su falda de tubo caqui. Era feísima, pero por detrás se le marca de una forma… (¿Qué, uno no se puede fijar en las cosas más evidentes del universo sin parecer una especie de pervertido? Pues se siente, porque lo soy)
-Hola.
Alzó la vista de un respigó, abriendo muchísimo sus ojos castaños, para buscar la procedencia de mi voz. No tardó ni dos segundos en verme y dar un saltito hacia atrás.
Me quedé quieto a la espera.
Sabía perfectamente el aspecto que tenía. En la penumbra, con la única fuente de luz procedente de los edificios a mi espalda, apenas podría distinguirse mi contornó o el brillo de mis ojos verdes. Debía de parecerme bastante a un demonio de las sombras.
Le sonreí con malicia, lo suficiente para que la escasa luminiscencia reluciera sobre mis colmillos superiores. Yo no tenía los clásicos dos colmillos superiores largos y afilados de un vampiro, sino una dentadura más típica de demonio con los incisivos y colmillos afilados, pero más bien pequeños (y bastantes más discretos). Igual de amenazadores bien usados.
El caso es que conseguí lo que quería. Ella dio otro paso atrás inconscientemente.
-¿Qué haces tú aquí? –Me espetó e un intento de parecer fuerte, pero se distinguía el tartamudeo de su voz. Dio otro paso adelante para recuperar la posición. No tardó en volver a adoptar una expresión desafiante.
Me entraron ganas de reír. Siempre sería de las mías, intentando dar la apariencia de poderío y con todo bajo control. Pero cuando juegas con un mentiroso mejor, tus trucos no sirven. Su respiración acelerada y el sudor que le perlaba la frente la delataban. Igual que el pequeño temblor en sus dedos.
Nicole Gols, periodista de investigación y presentadora de las noticias del canal siete. Humana. Iba detrás del secreto de la magia y pretendía sacarlo a la luz ante todo el mundo, toda la humanidad.
Mi trabajo más molesto: evitarlo sin matarla.

3 comentarios: