lunes, 10 de enero de 2011

Encantamiento 2: Escalada en vertical.




Se estaba calentito. Una manta. Y mullido. Una cama… No llevaba mis botas y me habían tapado y recostado. ¿Ande estaba?

Pero no había nadie más allí, podía sentirlo. Abrí los ojos, la luz me encandiló.
Y encima tenía jaqueca. Me toqué la frente, llevaba una venda alrededor. La otra noche debí de abrírmela, sería lo más normal teniendo en cuenta el dolor.
Con mucho esfuerzo abrí los ojos y miré alrededor. La luz del exterior era cegadora.
Era una enfermería, como la de mi colegio. Tuve un escalofrío al recordar a las monjitas llamándome “poseído por el diablo” y “monstruosidad” mientras abrazaban sus rosarios y lanzaban plegarias al cielo. Y el dolor… Tragué saliva. Ahora me voy a poner raro, así que también lo dejamos, ¿ok?
Esto era como en los libros que yo siempre leía, recordé: el prota aparece en un sitio extraño (uno de los motivos por los que al final acabe escribiendo esto, jaja). Genial. ¿Dónde diablos estoy?
Enganché mis botas militares, las cuales habían dejado junto a la cama, y me acerqué a la ventana en cuanto conseguí ponerme erguido, algo que me llevó más tiempo del que me hubiera gustado. Se veían muchos edificios, más edificios, calles, más casas (se nota que es una ciudad), el puerto allá a lo lejos… ¿¡Qué coño!? Me pegué más al cristal. ¡¡Estaba en un rascacielos!!
La puerta se abrió estrepitosamente.
Me giré en redondo. Gran error porque se me nublo la vista. ¿Vosotros no odiáis esa presión en las sienes de cuando estáis mareados? Yo sí, muchísimo.
Allí de pie estaba un tipo con bata blanca. De unos treinta y tantos, castaño y con unas gafas que no dejaban que se le vieran los ojos. Y con dos cicatrices en el cuello. No podía determinar si era humano o no. Normalmente mi instinto me lo dicía con solo tenerlo cerca, pero ahora… Ni siquiera había sido capaz de percibir que acababa de entrar.
-¡El Sol..! ¿No te…molesta?
Le faltaba el aliento, como si hubiera venido corriendo, pero ahora se había quedado de piedra al verme. Yo no era un demonio, eso estaba claro. Los demonios tenían intolerancia al sol; no es que fuera tan extremo como el caso de los vampiros (también conocido como parrillada de sanguijuelas), pero les debilitaba y les hacía sentir enfermos y pesados. Yo en cambio tenía la piel de un humano, o esa es la conclusión a la que había llegado ya que podía caminar bajo la luz del sol y utilizar mi magia sin problemas (menos en este momento que no se qué coño me pasa) a cualquier uso horario. En realidad era una ventaja (y gozaba del aspecto exótico que da tener un mínimo de pigmento bronceado en la piel entre los vividores de la noche, eso también). Se había pensado que yo ahora estaría retorciéndome de dolor en lugar de asomandome a la ventana; de ahí la sorpresa.
-Puedes llamarme Gin –Su cerebro volvió a reiniciarse. cerró la puerta con llave detrás de él.  Llevaba un fonendoscopio al cuello y olía a analgésicos; sin duda era un médico-C. Estás en el cuartel principal de la Ordenes de los Guardianes de la Luz; solo queremos hacerte unas preguntillas…
No me lo pensé dos veces. Di una patada a la ventana, no llevar las botas puestas lo hizo bastante doloroso. El cristal estalló en mil pedazos. Salté fuera.
Madre mía, ¿esto qué es, el piso 129? Camine, más bien corrí por la repisa. 30 centímetros, ¿no podían hacerla más pequeña?
Oía gritos dentro de la habitación. Algo como: ¡Vuelve!
Claro, para que me torturéis en un interrogatorio o me hagáis un juicio “justo” para condenar mi brujería, ¿no te jode? No hace tanto la Orden de los Guardianes tenían el nombre de Inquisición; un nombrecito que supongo que a todos os sonara aunque solo sea un poco. Pues ya sabéis a lo que se dedican.
Todos los que comparten parte de mi condición mágica aun sufrimos escalofríos ante la mención de Inquisición. Puede que con el cambio de siglo se hayan cambiado el nombre pero siguen siendo los mismos tipos. Son justicieros para los humanos, verdugos para los seres mágicos.
Miré hacia abajo y el vértigo consiguió que se me pusiera el estómago del revés.
Si supiera volar… Pero no sé (NO TODO se puede conseguir con magia), así que ha pensar otra cosa. Um…
Di dos saltos hasta otra ventana.
-Rompe –acerqué la mano al cristal y este explotó “por arte de magia”. La petición mezclada con mi magia lo convertía en un hechizo sencillo (para principiantes). Salté otra vez dentro. Aquí no había nadie. Corrí hasta la puerta y pegué la oreja para intentar escuchar lo que había al otro lado. Afuera se oía jaleo. Varias personas, tres como mínimo.
No podía salir y además no iban a tardar en venir a esta habitación. ¿Cuánto tardaría el médico en encontrar a sus compañeros y en ver que me había metido aquí?
-Invisibilidad –pedí en demoníaco, nada, volví a pedir, nada de nada. Empecé a suplicar. ¿¡Qué es lo que pasa ahora!? Ay, no, ¿cómo voy a salir?
Apunté a la ventana y ordené que se reconstruyera y reforzara para que no pudieran entrar por ahí.
Lo hizo.
¡¡Será cabrón!! ¿Hago lo de la ventana y lo de la invisibilidad no? Ahora mis poderes hacen lo que les viene en gana; genial, estoy muerto.
Pues nada, de vuelta a la ventana. Esta vez sí que la abrí sin romperla (bueno, forcé los cerrojos con un hechizo). Pensé rápido. No puedo volar así que… ¡¡¡¡Pues a trepar!!!!
Me salí de la habitación. Desde luego cuanto salir y entrar para nada.
Concentré todo mi poder en pies y manos (no vaya a ser que me caiga de un rascacielos por rácano…) y me pegué a la pared.
No os mentiré, tenía el corazón en un puño. Siempre he preferido meterme en un alcantarillado a salirme a la repisa de un rascacielos, la verdad.
Intenté reconfortarme pensando que había pasado por cosas peores y aun estaba aquí. Pero, es que nunca había sido tan alto… Me costaba respirar cuando lo pensaba.
-Ay, poderes, no me falléis ahora… -desplacé las manos y los pies uno detrás de otro. ¡Funciona, se pegan a la superficie, aguantan mi peso, voy a llorar de alegría!-. ¡¡¡Soy SPIDERMAN!!! –y cómo no, tenía que ponerme a cantar el ending, que si no es un insulto para sus creadores… (La letra no la pongo no vaya a ser que me demanden por plagio, que los tiempos no están para derrochar).
-¡Eh, tú, hombrearaña! -Me tenía que dar por aludido a la fuerza. Miré hacia arriba-. ¡No vamos a hacerte nada malo, en serio!
-¡Claro, si te creo, te creo! –una mierda…
-¡No, en serio, vuelve! –estaba lloriqueando-. ¡Por favor vuelve, me dan miedo las alturas!
-¡Pues no haberte subido a la cornisa!
-¡Es que soy la única que cabe! –me gritó; aguantándose los gallos costaba entenderla, pero creo que se trataba de la Arquera del otro día, la que me raptó en la Iglesia.
Me estaba empezando a mosquear. ¿Y a mí por qué me viene con sus cuentos? Seguí bajando hasta que encontré otra ventana, la que daba al descansillo del ascensor (menos mal, lo único que me faltaban son más allanamientos de morada). Está también la tuve que romper porque no tenía cerrojos (los destrozos son el castigo por secuestrarme, no me siento para nada culpable).
Las puertas se cerraron tras de mí con un chirrido.

2 comentarios:

  1. Más misterios y más preguntas, y eso es bueno si quieres enganchar al lector, así que... Alec wins. jaja ^^
    Sólo te diré una cosa más. Parece que se fueron haciendo más cortos los capítulos, aunque a lo mejor sólo es porque me los leo más rápido.
    Jo, ya no recordaba esta parte. xD

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  2. Yo también quiero probar esa experiencia de ser Spiderman durante unos segundos *-*

    No me enrrollo, y voy a por el siguiente, que quiero ponerme al día cuanto antes :)

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