domingo, 23 de enero de 2011

Encantamiento 12: El Convertido (L)



No me llevaron directamente a mi juicio sino que fui internado en una celda mientras esperaba. Al parecer en estos momentos estaba siendo juzgado un vampiro llamado Neiberak y mi llegada había interrumpido el comienzo de la vista.

Obviamente estaba un poco más que preocupado por mi juicio (y que me mataran o no). No iba a tener abogado de ninguna clase y la verdad es que tenía mis ciertas dudas de que me dejaran hablar. Aún conservaba una pequeña esperanza de que Lena y el otro guardián, Colyn, decidieran testificar contando que les salvé la vida. A parte de eso, no se me ocurría nada más para mi defensa (dudo que se crean que no sabía que al que invocaba era a un demonio Supremo). Pero que absolutamente nada. Podía intentar sacar a colación que era el hijo ilegitimo de su jefe, pero no me tomarían en serio.
Cuando empecé a aburrirme, conté losas de mi celda, luego a jugar a las cinco en raya en ellas, y cuando me aburrí de eso también, a contar los segundos que pasaban. En el segundo 11547 me perdí, así que empecé a pensar otra vez en el juicio, pero ahora en el del vampiro.
Su nombre no me sonaba lo más mínimo. Lo más seguro es que hubiera mordido a alguna chavalita que estaba de fiesta y medio grogui (quizá él la puso en ese estado para morderla), y ésta hubiera muerto. A veces esas cosas pasan, aunque tú no lo quieras. Ya sabéis; te pasas con la sangre que le quitas o resulta tener un cuerpo más débil de lo esperado o se es un bestia sin más… El caso es que los Guardianes consideraban la vida humana por encima de cualquier otra cosa y que su deber era protegerla y condenar a aquellos que la destruyeran (como ellos no matan a nadie…). El vampiro no tenía ninguna esperanza, sería condenado a morir abrasado al sol, tan horrible como suena.
Los vampiros también son demonios pero no del tipo común. Son demonios virus. Igual que los licántropos.

Bien chicos, como esta celda es tremendamente aburrida os voy a dar una clase sobre especies demoníacas. Veréis, los demonios se crean por nacimiento, o por alguna maldición en casos pero que muy extraños. Pero luego están los demonios virus (los ejemplos más conocidos son los vampiros y hombres lobo). Los demonios de pura sangre de estas especies (es decir, aquellos que nacieron siendo, por ejemplo, vampiros), pero solo si son demonios virus, son capaces de convertir a humanos en otros demonios de su misma especie. Estos humanos reciben el muy poco original nombre de Convertidos. Los Convertidos son seres con las mismas características que sus convertidores: fuerza, se queman al sol, chupan sangre, etc. (seguimos hablando del caso de los vampiros). Pero son incapaces de usar magia propia (hechizos y tal), tener descendencia o convertir a otros humanos. También se les priva del conocimiento del demoníaco (la lengua mágica por excelencia que se sabe hablar desde el mismo instante en que uno aprende a pronunciar) ya que los Convertidos nacieron humanos. Esas cualidades se reservan para los convertidores de pura sangre, que además son los amos de los Convertidos mediante un contrato de Sangre ya que normalmente la transformación necesita de un intercambio de sangre entre el pura sangre y el humano Convertido. Para que lo entendáis mejor, podríamos considerar a los Convertidos como una raza menor que debe obedecer a pies juntillas a sus amos pura sangre, hasta que dicho pura sangre muere y pasa a pertenecer a otro pura sangre. Se parece bastante a la esclavitud, pero este mundo es así; solo los poderosos cuentan.
Girond, el licántropo con el que peleé junto a Lena y Colyn, era un pura sangre. Por eso era uno de los jefes de su manada.
Dejé de pensar en todo eso cuando un escándalo, como si algo hubiera implosionado, se oyó fuera. Me erguí hasta sentarme en el suelo polvoriento (tendrían que pasar la aspiradora más a menudo por aquí). ¿Qué era eso? Agucé un poco el oído. Sonaba… como unos gritos de guerra y armas. Soldados.
El estruendo y los gritos siguieron incrementándose a medida que el tiempo pasaba. Una idea se formó rápidamente en mi cabeza: habían invadido el cuartel de los Guardianes. ¿Pero por qué, para qué arriesgarse de esa manera? Lo único que se me ocurría era el vampiro, el que estaban juzgando. Debía ser un pura sangre, sí. Entre los vampiros no hay cosa más valiosa que un pura sangre, no importa sacrificar a mil millones de Convertidos o más a cambio de la vida de un pura sangre, como seguramente estaba ocurriendo ahora mismo. Todo cuadraba tan bien que hasta daba un poco de pena, qué poco original... Solo esperaba que no me dejaran aquí metido cuando lo rescataran. Ingeniármelas para salir sí que sería un reto para mi imaginación. Y sí, en la lucha yo apostaba más por los vampiros, son más fuertes, rápidos y numerosos que los Guardianes por lo que he comprobado, aunque los Guardianes tenían a su favor el uso de la Luz y haber sido entrenados durante toda su vida para matar a demonios. Además, sí ganaban los vampiros no habrá nadie que me juzgue a muerte…
Yo me impacientaba, pero tampoco me atrevía a llamar a nadie. ¿Y si los vampiros eran enemigos de los Seamair y en cuanto me vieran me querrían hacer picadillo?
La puerta que daba a las celdas se abrió. Bueno, no tendría que esperar para saberlo.
Un vampiro entró, fue fácil reconocerlo por ese sutil hedor a muerte que desprenden, muy parecido al olor del algodón de azúcar y mucho caramelo. Entró como encorvado lo que no favorecía ni lo más mínimo a su buena imagen.
Dio un par de vueltecillas, se tropezó tres veces y luego me miró con cara de susto.
-¿Sólo estás tú? –preguntó al detectarme, lo cual le llevó más que un buen rato.
-Sí, tengo esa suerte.
-¿Sabes dónde hay oro o… la cosa esa luminosa? –se apresuró a exigirme.
Alcé una ceja.
-¿Luz? ¿Buscas la Luz? –asintió haciendo que sus greñas oscuras dieran tumbos. ¿Para qué buscaba un vampiro la Luz? En cuanto la tocara se desintegraría. Este tío era muy raro. Lo observé mejor, seguía manteniendo esa postura encorvada y en cuanto intentaba quedarse quieto, se caía hacia el lado izquierdo. No paraba de relamerse los labios y tenía tics nerviosos en los párpados, o eso me pareció ver porque el grasiento pelo le caía sobre la cara solamente atravesado por su nariz aguileña. Y después dicen que todos los vampiros son guapos…
La conversión es un proceso muy duro y doloroso además de complicado. Muchos proyectos a Convertido mueren en él y también están los que sobreviven pero enloquecen. El proceso de conversión los hace perder el juicio, adquiriendo una sed de muerte insaciable. Son como zombies. En estos casos la única opción es la muerte del Convertido, bajo pena de muerte o tortura para el pura sangre que se niegue. El vampiro que tenía delante no había salido bien, estaba claro. ¿Entonces porque se habían sus dueños arriesgado a mantenerlo con vida? Aún parecía medio cuerdo, lo que seguramente quería decir que todavía no había bebido directamente sangre de un ser vivo (es lo que produce la sed de sangre) y por eso no había entrado en frenesí (estado, llamémoslo, asesino-psicópata-adicto). (Yo doy por supuestos muchos términos del mundillo sin reparar en explicaciones, así que si alguien no me capta que lo diga) Le faltaba muy poco para terminar de enloquecer, y además no sobreviviría mucho tiempo alimentándose de sangre fría, lo contrario de chupar la sangre directamente de una persona viva.
Seguía pensando que era muy arriesgado usar un producto defectuoso en sus tropas, seguramente no esperaban que sobreviviera o más bien ese era su plan. Iban a usarlo para que encontrara algo muy peligroso y entonces lo mataran. Mirado de ese modo hasta parece inteligente, si tienes que mandar a alguien a morir mejor usar a alguien que de todas formas vas a tener que matar sí o sí.
Pues yo también pienso sacar tajada: -Hum, sé dónde está, pero no cómo indicarte cómo llegar. Si me liberas te puedo llevar.
Se acercó un poquito para verme.
-¡No! Tú eres un traidor, me han dicho que eres un traidor, no me puedo fiar de ti.
-¿Traidor? Sanguijuela, explícate –le ordené.
-Eres ese hibrido que traicionó a los demonios Seamair con los Guardianes.
-¿¡Cómo!? –me quede en shock durante más de un minuto.
-Sí, sí, traicionaste a tus jefes Seamair porque en realidad para quien trabajabas era pa-para los Guardianes.
¿Pero qué soberana estupidez…?
-¿Quién te ha dicho eso?
-No sé… pero tienen pruebas, te vieron salvar a tus amiguitos Guardianes e irte con ellos a su guarida tan campante. Dicen que ahora te torturaran hasta la muerte por tu traición –soltó con una risita-. La señorita cadena Seamair –Kaila, sin duda- ya ha puesto precio a tu cabeza, uno muy alto, me han dicho.
-Menudo consuelo…

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