viernes, 21 de octubre de 2011

Encantamiento 47, 1ª parte: Que no todo son golpes y escenas de acción.


-¡Colyn, maldito desagradecido, ven aquí! –Susurré mientras trotaba detrás del Guardián por el pasillo- Esto es importante, tenemos que hablar de una vez sobre eso -¡te vas a convertir en un hombre-lobo posiblemente loco esta misma semana, joder! ¿Es que soy el único que ve lo mal que pinta eso? ¡Sin ti el Análisis de la Jodida Situación no tiene mucho sentido!
-Luego.
-Luego no. No me des más largas. Mira, a mí me da igual lo que te pase -estoy casi seguro de que podré salvar el pescuezo si me ataca al transformarse (la mala suerte es un aspecto a tener en cuenta; sobretodo mirando mi vida más reciente)-, pero dije que iba a ayudarte –que era parte del trato para que tú me ayudaras a sobrevivir a los otros Guardianes violentos y la condición de que, si no lo hacía, me mataría.
Hacía tiempo que no nos cruzábamos a solas (con tanto Guardián siempre mirándome eso parece imposible por estos lares, en serio, agobian) y las oportunidades como esta, igual que la vez que hablé con Lena, se podían contar con los dedos de una mano (una; me sobran los otros cuatro dedos). En el último mes, poco a poco, había logrado ir sustrayendo los suficientes materiales (los cuales mantenía escondidos para que no me los requisaran) para poder fabricar calmantes de hombre lobo y un círculo en el que retenerlo; tenía hasta plata por si las cosas se complicaban. Podíamos hacerlo en las montañas que rodeaban el lago de la casa (nos pilla cerca, pero suficientemente lejos).
Pudo parecer que con el trabajo lo había olvidado por completo y lo cierto es que apenas tenía tiempo de pensar un par de veces sobre ello al día, pero había sabido prepararme sin que los demás se dieran cuenta (¡já! ¿Qué os pensabais?). Lo que pasa es que como siempre había otra cosa más urgente que contar… ¡pues os pensáis que soy un vago despistado, mis queridos lectores!
-Colyn, por ignóralo no va a desaparecer –le regañé como una madre (a lo que tengo que llegar…).
Resopló.
-Si lo sé, ya lo sé. Pero… ¡no es buen momento!
-Ijejigh –hice un sonido de “estoy hasta las narices de intentar ayudarte, así que pensándolo mejor, te estamparé la cabeza contra un bordillo hasta que quedes inconsciente y dejaré que las ratas te devoren por la noche”. El problema de aquel tío es que estaba demasiado acojonado para hacer cualquier cosa, incluso si era para mejorar el panorama. Malditos Guardianes, eran tan arrogantes y orgullosos que no se dignaban a reconocer las grandes verdades por muy contra la pared que los dejaran (yo sí las reconozco, otra cosa es que las diga en voz alta).
Entramos en el salón. En la habitación estaba Gigi, alias el Canijo Llorón, frente al televisor cargando a una bola de pelo gris con patas y hocico que todos me aseguraban que era un gato.
-Hola, chico. –Colyn echó un vistazo a la pantalla y frunció el entrecejo- No creo que a tu madre le haga mucha gracia que veas ese tipo de programas… –se refería al reportaje tan dramatista que estaban retransmitiendo en ese momento sobre el elevado aumento de suicidios del último mes. A más de uno (aquellos capaces de percibir el panorama) le había entrado miedo de tener que sufrir lo que se avecinaba y, digamos, que decidió “cortar por lo sano”; en muchos casos literalmente. Ya sabía que habría suicidios en masa, lo que me extrañaba es que en los programas de investigación no lo asociaran de una vez con el fin del mundo (bah, estoy bromeando… Creo).
Fruncí el ceño rascándome bajo las esposas que me habían vuelto a poner la noche anterior, nada más volver. Gin ya me había curado las heridas y había redactado mi informe sobre todo lo que (he mentido y/o ocultado sobre lo que) ha ocurrido en la fallida misión de reconocimiento de la que acababa de regresar. Entre el estilo de conducción kamikaze de Nicole (a la que Gin está curando mientras hablo), los vampiros y zombis asesinos y los puñetazos del-que-se-hace-el-héroe llevaba tantas gasas y vendas en el cuerpo que me parecí a una momia. Joder, recientemente parece que en la vida solo existen las escenas de acción y los golpes; al menos en la mía.
El gato maulló en nuestra dirección a lo que respondí automáticamente enseñándole los colmillos. Odiaba tener cerca a ese bicho gris, pues hacía que tuviera los nervios sensitivos desquiciados. Los estúpidos Guardianes se empeñaban en asegurar que el animal era el espíritu protector de la casa, algo bueno. En parte tenían razón (lo siento, toca explicación/rollaco) pues era producto de la concentración de energía que despedía la esencia de los Guardianes muertos que vivieron en aquella casa hace la tira de años (el típico cementerio indio de las casa embrujadas, pero en versión Guardian de la Luz). Se trataba de energía de esta dimensión, la Tierra, en estado puro que había crecido y mutado hasta transformarse en un ente independiente con voluntad propia (casi lo mismo que Flor. Exacto, Flor es un espiritú terrestre, no un demonio; aunque la combinación con Nicole las esté convirtiendo en esto último).
Lo miré con ojos asesinos, mientras los otros dos seguían hablando. Quería que se fuera. Aquel bicho hacía que mi estómago se revolviese de una manera extraña; no era capaz de determinar si era peligroso o no.
-Últimamente Salmón está muy raro, cada dos por tres se pone a maullar –el Canijo Llorón arrulló a la Pelusa Con Patas (yo llamo al “minino” así, ¿algún problema?) presionándolo contra su mejilla-, como cuando fue aquella tormenta eléctrica, como si sintiera que pasaba algo malo –Nicole y la Flor cabreándose con el-que-se-hace-el-héroe… Espíritu de energía listo.
-¿Salmón? Jaja, Gigian, ¿algún día lo llamaras por su nombre? – Colyn le intentó sonreír de manera amistosa.
-A Skrebrest Skeberest –jodido nombre que tiene. Me cuesta aprenderme cosas como “Robert” o “Colyn” como para intentarlo con el de esa pelusa- le gusta más que le diga Salmón, se lo noto.
-¿Y no será que se piensa que le vas a dar más salmón cada vez que le gritas eso?
-Bueno, el caso es que le gusta, ¿no? –Gigi se dio cuenta de que miraba fijamente a aquel gato (en serio, que cosa más fea…). La primera vez que nos lo cruzamos, Campbell había salido corriendo y desde entonces el Renacuajo se pasaba las noches huyendo del supuesto minino rechoncho. Me quedé quieto en el sitio, aunque con los músculos en tensión, sin apartar la mirada. Ese bicho era el que provocaba el aura de mal rollo en la casa (aunque el resto de habitantes tampoco es que me hicieran mucha gracia).
Era completamente inestable. Podía sentirlo en la piel, en el aire; era distinto de Flor, como un torbellino de energía apenas controlada, un vórtice que en cualquier momento te arrastraría dentro o colmataría y lo inundaría todo. Pero, claro, los Guardianes, los dueños de la casa, solo veían un inofensivo gato muy peludo que mantenía a los demonios lejos de la casa; su misión allí era desterrar a los demonios que intentaran atacar la casa. A Campbell y a mí nos estaba haciendo una especie de “favor” permitiéndonos entrar; me daba perfectamente cuenta.
Me percaté de que el Canijo me miraba con sus ojos dorados moteados de plata. -Y-yo creo que a Skeberest sí que le gustas –alzó un poco al gato hacia mí.



4 comentarios:

  1. mininooo! XD Que mono!! aish necesito acción!! o dosis de campbell, que para el caso algunas veces vendría a ser lo mismo ajajja Sigue asi, ya sabes que me encantas ;)

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  2. Me imagino al pobre gato peleándose con su espíritu interior al igual que Nicole....

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  3. Umber Law: pero por lo que yo he entendido Salmón no tiene un espíritu a parte de él en su interior...tiene un toberllino de energía mágina descontrolada XDDD (creo)

    QUE MONOSIDAD, COÑE!

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