domingo, 8 de mayo de 2011

Encantamiento 31, 1ª parte: Decisión arriesgada; suicidio sí o sí.


La tensión en el cuartel de los Guardianes se había intensificado desde el anuncio de C.Lence, entre otras cosas porque no pudieron salir de inmediato a por la Flor, como tanto deseaban; en especial Robert (el-que-se-hace-el-héroe). Esperar dos días fue mucho para su paciencia. ¿Qué porqué precisamente dos días y no en el acto? Porque al parecer era necesario para cumplir la profecía que había hecho la adivina al ver ese objeto mágico tan poderoso que era la Flor. El futuro puede cambiar con bastante facilidad por lo que cuantos más aspectos se mantengan invariables más probabilidades de que salga como se espera y tal y tal. En definitiva: hubo que joderse y hacer lo que te diga la desteñida con ojos de loca.

Pero el-que-se-hace-el-héroe pareció no entenderlo por muy sencillo que fuera y se pasó los días quejándose, protestando y lanzando injurias todo el tiempo mientras el resto de Guardianes le prestaban atención en silencio (casi parecía que él fuera el centro del mundo). Lo que más me había sorprendido fue que ese molesto comportamiento desembocó en una especie de idolatración hacía el-que-se-hace-el-héroe o algo así por parte de todos sus compañeros, incluso los soldados expertos, que pasaron a intentar contentarlo el máximo posible y aguantar sus continuas quejas sin rechistar (repito: ES QUE SE CREE EL CENTRO DEL UNIVERSO. ¿Entendéis la repugnancia que me da tener que ver eso a diario?). En el cuartel todos parecían comportarse así ­ (que es lo peor); incluso Colyn (que se suponía que era su amigo íntimo y un año mayor) me había sorprendido rebajándose ante él. No entendía por qué no le habían cruzado ya esa cara por muy apuesto que fuera, así solo estaban consiguiendo que se hiciera aún más insoportable.
Vale que Robert debía ser muy buen soldado por la cantidad de marcas que de su brazo derecho habían desaparecido. No habéis entendido ni jota, ¿verdad que no, mis queridos lectores? Parte de la tradición Guardianica era tatuar a los iniciados, en el brazo con el sostenían el arma y con una tinta especial, una especie de intrincado laberinto. Cada vez que mataban a un ser mágico, la magia que estos despedían al morir hacía que una pequeña parte del tatuaje desapareciera. Era como una metáfora: el tatuaje simbolizaba el camino de la experiencia y cuanto más luches, más habrás andado y más cerca estarás de la perfección. Una chorrada, prefiero seguir hablando de cualquier otra cosa.
Sinceramente, creo que allí los únicos que no le consentíamos todo, éramos Albert (aunque sí que le deja ir mucho a su bola, sin duda, al menos Robert parece obedecerle cuando le ordena algo), C.Lence (que muy bien no le va) y yo (si es que el fondo soy un alma caritativa y…no cuela, ¿verdad?).
Pero ahora el-que-se-hace-el-héroe se había ido y encima llevándose al grupito de Guardianes que más violentos eran conmigo (¡al fin, ya no les soportaba! Estos dos días se me han hecho eternos). Quizá tardaran; imaginar que se pasan allí una semana es mucho, pero uno o dos días…
Exacto, yo no estaba en la misión de búsqueda de la Flor de Oro, ¿os decepciona eso, mis queridos lectores? Estoy seguro de que suponíais que me llevarían y me veríais en acción y flores y arcoiris.
Y encima con tanto ajetreo se había vuelto a retrasar la regañina por lo de la Iglesia de los Marianicos; puede que incluso no me la echaran. Por no hablar de que ahora sabía que Cristofino (mi “tío” y jefe de la mafia y el bar) estaba dispuesto a iniciar las negociaciones para que yo pudiera volver y que creía en mi versión. ¡Sí, habéis leído bien!

Ya os lo explico (sí, lo siento, más rememoraciones del pasado; pero es necesario para que entendáis las cosas. ¡Que la otra opción es mataros de aburrimiento con cien mil capítulos!). El otro día C.Lence se me acercó durante el desayuno (mientras todos admiraban la forma en que el-que-se-hace-el-héroe daba vueltas rumiando y haciendo ese repetitivo gesto de apartarse la melena de la cara) y me tendió una lámina de papel para que le dijera si me gustaba. No sé cómo contuve mi cara de póquer al ver su contenido; me sentí mareado de repente. Se trataba de un dibujo a carboncillo de Cristofino leyendo seriamente… mi carta. Me dieron ciertos vértigos pensando que cualquier Guardián pudiera verlo. “Que no se note que me he puesto enfermo, que no se note. Si no se nota, no se darán cuentan, no miraran el contenido de la hoja y no me preguntaran por él.”, no paraba de pensar. Debajo de la ilustración la adivina había escrito: “Felicidades, ella cumplió con lo que le pediste y a C.S. le alegró mucho saber de tu versión, te echa de menos; aceptará. Estás mucho más cerca de volver a casa, solo necesitaras jugar bien tus cartas”. Casi no podía creérmelo. Cristofino Seamair me creía, tenía opciones de volver a “casa”.
El Cuartel General nunca había relucido con tan buenas perspectivas. Estaba de buen humor por primera vez en mucho tiempo.
Vi a Lena unos pasos por delante de mí.
-Hola –me atreví a ponerme a su altura (intentemos aprovechar la racha de buena suerte). Ella no me miró hasta la tercera llamada porque llevaba puestos los cascos. Era obvio que le encantaba su música y de hecho sabía que una de sus carpetas se llamaba “Banda Sonora de Batalla”, para cuando estaba de servicio. El problema es que en consecuencia siempre estaba en las nubes.
-Ah
-Siento lo del pelo –comenté para que no se pusiera el casco todavía; si lo hacía, podía despedirme de cualquier tipo de conversación.
-Oh, no importa, no quedó tan mal al final, aunque me veo muy rara –empezó a jugar con el medallón que siempre llevaba al cuello (mi medallón). Bueno… no marchaba tan mal; hoy me estaba respondiendo sin poner cara de náuseas…
-¿Alec? –me llamó Colyn. Automáticamente me giré. Puede que habláramos poco, pero sabía perfectamente que aquel tono de voz solo podía significar “problemas”.
-Hola, ¿qué pasa? –Colyn estaba evidentemente preocupado-. ¿Es por…? –por la transformación.
-No, no es eso -¿entonces?-. Creo que no deberías saberlo pero…-¿pero…? Dímelo de una vez, que me estoy haciendo viejo por momentos- ha venido alguien a por ti.
***

No me gustaba este ritmo de acontecimientos. Si esto estuviera preparado como si fuera una buena historia para un libro, todo estaría más ordenado; los acontecimientos no se sucederían tan solapados, habría espacios para la meditación, para sacar conclusiones entre batalla y batalla y cada evento sería sucesivo con referente a la finalidad de la obra (es decir, pasarían así: presentación del problema, sospechas de lo que pasa, primeras evidencias, nadie te cree, prueba de valor, descubrimiento de la verdad y victoria en la batalla final). En definitiva, ¡no esta suma mierda caótica y sin sentido llena de cosas sin aparente utilidad alguna!
Golpeé la puerta abriéndola de una patada. Sabía que era una osadía, pero no estaba para andarme con miramientos.
Bueno, supongo que así es la vida, hay que fastidiarse y sobrevivir a lo que te echen encima; pensé aguantando mi ira.
No escuché los gritos de Colyn que intentaban persuadirme para que parara.
La habitación era pequeña y gris, con solo una silla y una mesa atornillada al suelo. Se notaba que servía para los interrogatorios.
-Os dije que aparecería –comentó C.Lence dando un sorbito a su taza de té.
-¡¡Alec!! –la voz nasal de Campbell resonó detrás de un Guardián que la sujetaba, retorciéndole el brazo. Ella soltó una exclamación de dolor.
Como ahora la maten, yo no me responsabilizo.

2 comentarios:

  1. jajaja me encantaaa....
    esque Alec es la ostia maxoo...
    quiero ver qué ocurre con Campbell!! es que es muy graciosa :)
    y mola el parrafo ese de "no me gustaba este ritmo de los acontecimientos , etc..."
    Un beso, Alec!!

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  2. Siento adoración por Lena *________*

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