domingo, 27 de marzo de 2011

Encantamiento 27: Incordio con branquias.

Quedaba poco para el límite de la barrera protectora que protegía la manzana del “Trébol de las Cuatro Hojas”. Un trébol de cuatro hojas tallado en el muro de piedra era la primera advertencia. Como me costaba aun interpretar las sensaciones, no me atrevía a acercarme mucho más. No quería liarla, pero desde allí iba a hacer más bien poco...
Yo en un tiempo fui autor de esa misma barrera y sabía cómo funcionaba, pero en el cuerpo de Lena era peligroso usar mi magia. Aún podía fabricarla, pero me arriesgaba a dañar el cuerpo de Lena, que no solo no estaba acostumbrado a sentirla desde dentro, sino que provenía de una estirpe destructora de energía mágica. Su cuerpo podía identificarla como tóxico, producirle una especie de alergia y acabar con los dos. Sería una muerte bastante agónica.
Me mordí los labios. Qué romos me parecían los dientes de Lena en comparación.
Miré el reloj de una farmacia; aun disponía de cinco horas antes del momento crítico.
Unos pasos resonaron en el callejón. Me apreté contra la pared.
-¡Aj, que se me cae! -Me quedé quieto. Esa voz nasal... como para no reconocerla. Esto era demasiado bueno para ser real.

Me asomé. Estaba de espaldas así que no se dio cuenta de que la observaba mientras se peleaba con las bolsas y los contenedores de basura. No necesitaba ver a aquella chica dos veces para reconocerla. Campbell... Era ella, inconfundible; bajita y con ese estilo de lolita con faldas tan abultadas que la hacían parecer incluso con más anatomía de tapón de lo que era, con sus cabellos castaños recogidos con enormes lazos y entre los que sobresalían las aletas laterales de su cabeza así como la piel de anfibio verde y brillante.

Me acerqué. No sabía qué hacer exactamente; si le pegaba un susto acabaría mal y si veía que soy una Guardiana lo mismo.
Puff, que salga como tenga que salir.
-Campbell -intenté usar el tono neutro más habitual en mí.
Ella levantó la cabeza, me miró y se giró. Sus ojos se abrieron como platos. Se arrimó al contenedor. Sabía que haría eso.
Me abalancé sobre ella y presioné las manos para ahogar su grito. Campbell intentó zafarse. La inmovilicé con fuerza y sin sentir remordimiento; solía hacerselo mucho a lo largo del día.
-Cam... ¡Campbell! Soy yo, tranquilízate, soy... Renacuajo -que te estés quieta te digo. Aquel bicho siempre me resultó molesto.
Bloqueé sus extremidades sin esfuerzo. Campbell no era una luchadora; trabajaba para la mafia y convivía con esas cosas pero por sí misma era incapaz de cazarse las moscas.
-Voy a destaparte la boca. No grites o te partiré el cuello -murmuré en la especie de aleta que era su oreja. Yo se lo había advertido, ella decidiría si su inteligencia daba para sobrevivir.
Quité la mano.
-No, iiiih, no he hecho nada. Lo juro -empezó a lloriquearme. Idiota.
Resoplé.
-Campbell, Rana -usé uno de los motes (Rana, Sapo... no son originales siendo ella una chica-anfibio, pero es lo primero que me sale cuando pienso en ella) con los que me solía meter con ella-, mírame. Soy Alec.
-¡Tú no eres Alec, eres una Guardiana, no soy tonta! -¿en serio, no lo eres? Que he vivido contigo...
Claro que esto iba a ser complicado, ya lo había tenido en cuenta. Podía usar la fuerza, por supuesto; pero todo sería más seguro si lograba convencerla. Valía la pena perder tiempo en intentarlo.
-Sí que soy yo. Campbell, sólo mírame a los ojos y te dejaré ir, lo juro por mi alma -las palabras me salieron solas. Un Guardián debía cumplir siempre su palabra; tanto Campbell como yo lo sabíamos aunque no estaba seguro de si eso contaba cuando el alma en cuestión era la de un híbrido. Campbell obedeció, tiritando de miedo. De nuevo, ella no era luchadora, no soportaba el dolor ni el miedo; haría lo que fuera por poder irse.
La miré directamente a aquellos ojos rasgados de iris amarillos. Los rasgos orientales contraídos para ahogar las lágrimas me eran tan familiares que casi dolía. Solo podía pensar: “estúpido anfibio gótico, si no te das cuenta, renuncio y hago que me obedezcas por otros medios, así que haznos un favor a los dos y deja de hacerme perder tiempo inútilmente”. La atravesé con los ojos, concentrando todo mi hastío para transmitírselo. No sabía si funcionaría, si recordaría que yo la miraba de ese modo cada mañana cuando se tiraba sobre mí para despertarme y yo la echaba a patadas; pero lo cierto es que mis sentimientos eran precisamente esos. Un escalofrío recorrió a la pequeña sapo, se agazapó e intentó apartarse; siempre lo hacía cuando la miraba.
-¿Alec... de verdad...? -sus ojos se humedecieron, el labio inferior empezó a temblarle. Intentó huir de mis ojos registrando todo mi cuerpo, bueno, a Lena. Y luego tomó fuerzas y volvió a mirarme fijamente a la cara-. ¿Pero cómo...? –no parecía que fuera a aguantarlo.
-Intercambio de cuerpos -atajé.
Campbell estaba petrificada, se había dado cuenta (o eso creo) de que mi forma de intentar matarla con la mirada era, como mínimo, muy similar a la que empleaba con mi propio cuerpo (menos mal, no sabía si esto funcionaría en mi estado actual. Podemos hablar de milagro). Pero claro, tenía demasiado miedo de equivocarse. Seguía indecisa y si metía la pata todo se iría al garete.

-Campbell, de verdad, deja de tiritar -me sacas de quicio cuando te pones así de victimista, ¿no ves que no das pena sino más ganas de pegarte? Tenía que quitarle las dudas-: Sé que te coses la ropa tu misma -esos frufrús, cancanes y puntillas con faldas tan cortas y abultadas las venden en pocos sitios-, que te angustia estar tan plana a tus dieciséis años y que en toda tu vida solo te has liado con dos personas; uno era un demonio de pus -un tipo asqueroso, como cualquier demonio de pus (creo que con la simple mención de la palabra podréis imaginároslo); el único motivo de que acabara con eso en una esquina fue que estábamos de fiesta y Campbell acabó muy pero que muy borracha. Aquella aventura de una noche solo la conocía yo (no soy un mirón, los vi sin querer; de verdad que no quería verlo) y Campbell sabía que me debía que lo hubiera mantenido en secreto entre otras muchas cosas-; y no has tenido ni una sola relación estable a pesar de que sigues con tu convicción de que encontrarás el amor verdadero y tal... -es todavía una niñata, sigue creyéndose casi todos los cuentos que oye-. Cuando llegué aquí, con catorce años y tú tenías doce –creo, sí, teníamos esos-, Cristofino me dejó instalarme en este edificio -hice un gesto en dirección al “Trébol de las Cuatro Hojas”-. Tú fuiste una de las primeras personas a las que conocí; Cristofino te mandó enseñarme el lugar y tú te lo tomaste tan al pie de la letra que estuviste tres meses rondándome como un moscardón -hasta que te mandé a la mierda, aunque sin usar ese tipo de palabras tan directas-. Dos días después de llegar me confesaste -aunque yo no te lo pedí, en realidad no necesitaba saberlo- que eras huérfana como yo y que a ti también te recogió Cristofino de la calle, a los cinco años en una charca del centro Oeste de Japón en la que estabas completamente sola y abandonada y en la que iban a urbanizar -desde entonces le debía la vida y siempre ha trabajado para él, incapaz de saldar la deuda de haberle dado una vida. A mí me pasaba exactamente lo mismo; Cristofino salvó mi vida y por ello se la debo. Me sentí un poco culpable al recordarlo, a pesar de que aquello era algo que nunca olvidaba, siempre presente en mi cabeza. Sabía que Campbell tampoco traicionaría a Cristofino así porque sí, por eso mismo había tantas posibilidades de que esto saliera mal. No, tenía que mantenerme firme, los sentimentalismos no ayudan a arreglar las cosas. Seguí hablando a pesar de que hasta yo era consciente de cómo mi tono de voz se ensombrecía más a cada palabra-. Campbell, soy Alexander, odio que me persigas cuando estoy haciendo cosas y que te tires a abrazarme lloriqueando por tonterías como que un dragón te ha dado un zarpazo en la cara. He pasado cada “Día de Cine Súper Way”, como tú lo llamas, obligado a ver una película sentimentaloide contigo; la última fue “Que llueva para que usemos el mismo paraguas” -era horrible... Pero que realmente horrible... No sé cómo soportaba esas sesiones de lagrimeo todos los meses. -. Sueñas con convertirte en una Idol por lo que te pasas los días cantando y bailando. Recuerdo que me regalaste en las navidades de hace dos años un peluche que tú misma cosiste para mí y que aún conservo sobre la mesilla de noche -entre cinco libros, una lámpara de cerámica, un vaso de batido de fresa (que ya le debe de haber salido moho como siga ahí) y una bufanda de color arco iris-, aquella Noche Buena fue la primera -y única- vez que te di un beso en la mejilla.
¿Tengo que seguir demostrándole que conozco todas las cosas que hemos vivido juntos estos cuatro años? Cuatro años son muchos días y Campbell comete muchas estupideces en un solo día...
Se tiró a mi cuello. Sus bracitos me rodearon con una fuerza sorprendente para provenir de ella que casi me estrangula. Campbell, tan inoportuna como siempre, era un incordio con branquias.
No me gusta que invadan mi espacio vital, con el tiempo que hemos vivido puerta con puerta y trabajando juntos ya debería haberse dado cuenta, ¿no? (Creo que disimulo bien, pero tanto...)
Fui a apartarla, pero... su olor, a charca y humedad, me impregnó las fosas nasales. No me sorprendió, era un olor familiar.
Sentí nostalgia. Si pudiera, habría escupido ese sentimiento. Pero no era el caso.
Me resigné dejando que me abrazara entre temblores y que sus lágrimas resbalaran hasta el cuello de Lena.
-Necesito el hechizo para invertirlo -dije sin cambiar el tono de voz, no me apetecía admitir que el asqueroso hedor de Campbell me... “agradaba”-; está en un libro encuadernado en negro que dejé bajo los pantalones naranjas cuando me fui -a lo mejor se habían desecho de mis cosas, entonces lo tendría crudo.
-Pantalones naran... Sé dónde están.
La aparté un poco bruscamente.
-Campbell, lo necesito. Es urgente.
-Vale -asintió. Ya no tenía dudas sobre mí, haría lo que le dijera. Que inocentemente estúpida y crédula es esta niña-. Espérame aquí.
-No avises a nadie más.
-Pero... -fue a protestar- .Bueno, vale. Pero, Alec, tienes que decirme lo que ha pasado. ¿De verdad...?
¿De verdad has sido tan desagradecido como para traicionar al hombre que te dio casa, protección y comida; que te dio una vida?
-No he traicionado a Cristofino o al menos no era mi intención. Es complicado. Las cosas se liaron, estaba en el peor lugar posible y metí la pata. Kaila aprovechó eso para lograr pruebas que me incriminaran.
-¿Cómo...? ¿En serio, tú, tú has metido la pata? No puedes haber hecho algo tan grave, imposible, no me lo creo. -Empezó a negar con la cabeza, como si me hubiera pillado intentando colarle un trola- Tú eres un sádico hipercalculador, tú no metes la pata jamás -que buena imagen que tiene de mí... aunque en realidad es cierto.
Me reí sin gracia.
-Siempre hay una primera vez... He logrado un trato con los Guardianes después de que se me llevaran preso -le aclaré la situación, quizás porque estaba harto de que todos me consideraran un traidor-. Mientras haga como que estoy con ellos me dejaran vivir; pero yo quiero regresar con Cristofino, ¿entiendes? –Tuve una idea- Campbell, necesito que me hagas otro favor: tráeme algo para escribir, quiero que le des un mensaje de mi parte. Voy a intentar explicárselo...
Parpadeó con cada uno de sus juegos de párpados, dos en total.
-Conociéndote podrías perfectamente estar mintiéndome... -suspiró-. De acuerdo, Alec, lo haré. -Se puso en pie-. Te traeré el libro y algo de escribir... y también algo de ropa, no puedes ir con esos horrible trapos mojados por ahí.




6 comentarios:

  1. Por fin!!!
    Me he leído todo!
    TODO! ya! (sé que me ha costado, lo siento, lo siento...)
    Pero bueno, lo de imprimíermelos no fue mala idea, acabé antes (y están sanos y salvos tus capítulos).
    Y por cierto, me encanta, me descojono sola leyendo esta historia....
    y los dibujos están de puta madre! xD
    Besoss!! y continúa ya!

    ResponderEliminar
  2. Me está gustando mucho la historia!! :D escribes fenomenal y dibujas mejor todavía ^^ (Por cierto, a mí me gusta el estilo gothic lolita de Campbell XD) Sigue así!

    ResponderEliminar
  3. Los dibujos los haces tu??? Porque si es asi guauu me encanta como dibujas y como escribes, me rio mucho con lo que escribes :)

    ResponderEliminar
  4. Jooo te envidio enserio T.T ¿Con que coloreas los dibujos para que salga tan tan.. realmente impresionante ? O.O Adoro al renacuajo con patas *¬*

    ResponderEliminar